De pequeños nos enseñaron que no hay que empezar la casa por el tejado, que hay que vestirse por los pies, los mismos pies que conviene tener en el suelo… Si Gaudí hubiese hecho caso, como muchos de nosotros hicimos (y hacemos), no podríamos ahora visitar la Cripta Güell, ni la buhardilla de la Casa Milà, ni la impresionante entrada de la Sagrada Familia. Y es que Antoni, lejos de hacer las cosas al derecho, se aplicó en desafiar a la gravedad, en colocar hilos, y pesos, y espejos para encontrar las formas más acordes a la naturaleza, ésas que le permitirían eliminar los contrafuertes y los refuerzos, regalándole (y regalándonos) estructuras limpias y elegantes.
Antoni, gracias a su estudio de los polígonos funiculares y las catenarias, consiguió generar espacios mágicos y armónicos. Además de su más conocida faceta artística, en la que destacan el trencadís y las formas naturales, fue un arquitecto pionero e inspirador, un genio de los sistemas estructurales… Un mago de los arcos y las bóvedas cabeza abajo.
Fuente: flickr.com En esto andamos hace unos días en el CEIP Blai Bonet de Santanyí. Tras averiguar cómo se construyeron los arcos del colegio, armamos nuestra propia estructura al revés, investigando las formas que generan los polígonos funiculares y dándoles la vuelta para descubrir estupendos edificios abovedados. Porque a veces no es tan malo caminar con los pies hacia arriba.
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