La densidad de un cuadrado
A la voz de ya, Paula entra en el cuadrado: tenemos un cuadrado de baja densidad. De repente, Pablo, Aina y Elena no pueden resistir la tentación y saltan al interior, momento en que el cuadrado pasa a tener una densidad media. Todos los demás, envidiosos, les pedimos que nos dejen espacio y nos colocamos también dentro. Finalmente, la densidad del cuadrado es tan alta que decidimos salir de él para poder empezar la sesión más cómodos. Entonces convertimos el cuadrado en ciudades muy, muy densas, con altos rascacielos, y en otras más dispersas, con viviendas para una sola familia. Eso sí, todos coincidimos en que sería maravilloso poder vivir por encima de las nubes de Chicago.
Las calles, las plazas y los parques
Las calles son los espacios que nos permiten movernos por la ciudad. Podemos ir andando, en coche, en tranvía o en bicicleta. Pueden ser muy anchas o increíblemente estrechas. Pueden oler a flores, a pan, a humedad o a gasolina. Pueden sonar a agua, a viento, a motores o a gritos de niños. Incluso pueden estar en completo silencio. En unas hace frío y en otras, un solecito agradable. Otras veces, las calles desembocan en plazas donde podemos jugar al fútbol (o al waterpolo en Venecia), correr sin peligro, sentarnos a leer o comernos un rico helado en la cafetería. En ocasiones, las plazas sirven de aparcamiento y pierden sus grandes ventajas.
El pulmón de las ciudades son los parques, allí donde el verde gana al asfalto y los árboles nos camuflan del tráfico. Donde se puede montar a caballo, hacer deporte o simplemente tumbarse en el césped para adivinar qué forma tienen las nubes.
Conclusiones
Es emocionante abrirles los ojos. Que de repente alguien fotografíe una sombra sin saber muy bien por qué, o una gasolinera porque le gusta cómo huele el combustible, o un bolardo porque es un adoquín extrusionado. Es divertido buscar soluciones para aromatizar una calle, y que donde nosotros pondríamos un árbol en flor ellos abran una panadería. Es necesario, pensamos, que todos agudicemos los sentidos para descubrir cómo se ve nuestra ciudad, a qué huele, a qué suena e, incluso, a qué sabe. Ellos lo hacen y su sonrisa delata los mejores rincones del lugar donde vivimos.